martes, 31 de enero de 2017

¿Y estudiar eso… para qué sirve?

Por Adrián del Rincón Benéytez

Quizá hayas escuchado alguna vez esta pregunta. O igual se la has hecho tú a un amigo, estudiante o científico, después de que te contara algo sobre sus estudios. Yo mismo, como estudiante de Ciencias, me la he hecho muchas veces. ¿Cómo la responderías? ¿Sirve para algo estudiar, por ejemplo, lo que una proteína hace en una determinada bacteria? ¿O cómo es su estructura molecular? Parece que investigar en esas materias, que denominamos de investigación básica, es perder el tiempo y el dinero en algo que en la práctica no sirve para nada. Más aún si lo comparamos con otros estudios que tienen una aplicación directa a la medicina, la tecnología o la industria. “Eso no sirve para nada”, es la respuesta que se escucha con frecuencia. Los que hablan así no saben que los fundamentos de muchas aplicaciones útiles se han desarrollado primero en el laboratorio de investigación básica.


Hay campos de investigación, como el cáncer o las enfermedades neurológicas, en los que es más evidente su relación con el bienestar de nuestra sociedad. Pero, incluso teniendo esto en cuenta, ¿se debe valorar una investigación según su utilidad inmediata? Si muchos de los grandes científicos de la historia hubieran abandonado sus estudios básicos por no tener aplicación en su día, no se habrían hecho los inventos que surgieron de ellos y de los cuales disfrutamos ahora.Santiago Ramón y Cajal escribe: “Cultivemos la ciencia por sí misma, sin considerar por el momento las aplicaciones. Estas llegan siempre; a veces tardan años, a veces, siglos” pues “lo inútil no existe en la Naturaleza”.

Un ejemplo reciente de esto es Francis Mójica, un investigador alicantino que durante años estudió una serie de repeticiones en la información genética de una bacteria denominada Haloferax mediterranei. Él mismo no imaginaba, ni ninguno de nosotros lo hubiéramos hecho, que unos años más tarde sus estudios darían lugar a, sin duda, la herramienta más eficaz y específica que existe para editar la información genética: “el sistema CRISPR/Cas9”. Y mucho menos que este sistema descubierto en una bacteria podría ser empleado en la cura del cáncer y de muchas enfermedades genéticas.

(Francisco Juan Martínez Mójica, imagen tomada de http://www.publico.es/)

Entonces… ¿para qué sirve la investigación básica? Para mucho, para descubrir los fundamentos de grandes aplicaciones.  

lunes, 30 de enero de 2017

Transgénicos en la alimentación: ¿una mala combinación?

  Por Adrián Merino Salomón

Los transgénicos, también conocidos como organismos modificados genéticamente (OMGs),  tienen una malísima fama en el ámbito de la alimentación. Pero, ¿realmente sabemos qué es un alimento transgénico?

 (Imagen tomada de shutterstock.com)

Un transgénico es un organismo que posee un gen exógeno, normalmente procedente de otro organismo diferente, que ha sido introducido medianteingeniería genética. Esto le proporciona una característica nueva, una mejora, que puede ser aprovechada para obtener un mayor beneficio a la hora de utilizar ese organismo, ya sea vegetal, animal o bacteriano. En el ámbito de la alimentación existen varios ejemplos, como la soja resistente a glifosato, un herbicida que evita el crecimiento de las malas hierbas, o el salmón transgénico, con un mayor rendimiento por su crecimiento rápido. Puede pensarse que el gen exógeno introducido es perjudicial para nuestra salud al consumirlo, pero realmente este gen es idéntico a otro cualquiera del animal o planta, por lo que el propio gen no nos puede producir ningún efecto.
La modificación de los genes en las especies no es algo nuevo. La gran mayoría de los alimentos que consumimos son diferentes a cómo eran originalmente, ya que han sufrido un proceso de evolución y modificación genética durante generaciones, controlada tanto por la naturaleza como por la selección por las poblaciones humanas mediante la agricultura y la ganadería. Existen muchos casos en nuestra alimentación. Por ejemplo, el repollo actual ha sido generado a partir de una mutación espontanea al azar hace unos 5.000 años, que provocó un mayor crecimiento de la yema floral en un ejemplar determinado y éste empezó a cultivarse. Otro ejemplo es el trigo actual, desarrollado mediante cruces sexuales entre variantes de trigo salvaje hasta obtener una variedad interesante generada por diferentes mutaciones. 
Como podemos ver, los cambios genéticos no son algo novedoso y la introducción de un gen exógeno es únicamente otra técnica de modificación perfeccionada, que permite acelerar el proceso proveyendo ventajas como mayor selectividad, seguridad y precisión. Además, permite la utilización de genes de otras especies, dotando a los organismos de características nuevas y beneficiosas.

Actualmente existen algunos transgénicos que se están utilizando y podrían proporcionar grandes ventajas tanto al ser humano como al medio ambiente, como es el caso del arroz dorado, para paliar el déficit de vitamina A en la alimentación, o el maíz BT, resistente a la principal plaga del cultivo sin necesidad de emplear plaguicidas. Como ya se ha visto, si se generan y controlan estas variedades de una manera responsable, lo que obtendremos son ventajas. Entonces… ¿por qué oponerse?

viernes, 20 de enero de 2017

Estudiante, científico y... ¿ya está?

Por Diego García

 "Después de todo, cuando estás enamorado, quieres contarlo a todo el mundo. Por eso, la idea de que los científicos no hablen en público de la ciencia me parece aberrante." – Carl Sagan

Estudiante.- Lo que ponía en el DNI de nuestros padres en sus etapas formativas. Estudiar.- A lo que nos dedicamos nosotros aunque ya no lo ponga. Salvando el hecho de que aprendemos a lo largo de toda nuestra vida y de que en ciencia no hay un momento en el que digas “¡Ya he acabado de estudiar!”, porque te quedarías obsoleto, la realidad es que nuestra vida de estudiante sí está socialmente localizada. Estudiar en el “cole”, en la “uni”; estudiar/hacer un máster, un doctorado y… ¡ea!, a investigar. ¿No?

No, no solo hay que estudiar e investigar. También tenemos que saber contarlo a los demás: hay que aprender a divulgar. Hoy por hoy, el conocimiento no se debe quedar en los lugares en los que se origina; el conocimiento debe ser divulgado. Y estas habilidades de divulgación no son algo que se aprendan solo en el “cole” o en la “uni”. Se van aprendiendo según vas atreviéndote a hablar en público, a publicar posts en blogs, etc. Y, aparte  de divertido, es algo que devuelves a la sociedad desde la seguridad que otorga el ser conocedor del tema del que decides hablar.“Que si para la literatura y la historia sobran eruditos y comentadores, (…) para la austera disciplina científica el reivindicador debe ser sabio y erudito”. (Reglas y consejos sobre investigación científica. Santiago Ramón y Cajal).


En la sociedad actual es muy fácil el acceso a datos y contenidos sobre cualquier tema. En esta situación, la divulgación científica aporta información veraz, elaborada, contrastada, actualizada y, sobre todo, aporta pensamiento crítico.

jueves, 5 de enero de 2017

¿Qué es el "crowding"?

Por I.R. Pardo


<<Tenemos moléculas que trabajan para nosotros; no las conocemos, pero dependemos totalmente de ellas>>

El crowding celular es el día a día de las moléculas contenidas en nuestras células. Las moléculas no están libres flotando en el interior de la célula, sino más apretujadas que tú en un bar viendo el clásico Madrid-Barça. 

                       El interior celular y sus mitos.                       Crowding celular. PhosphoSitePlus®

Se pensaba que las membranas celulares eran puramente grasas con alguna que otra proteína allí contenida, como si fueran largas extensiones de hierba con alguna casa de campo. Pero nuestras membranas celulares no son siquiera pueblos, sino ciudades. Las membranas están llenas proteínas con muchas grasas distintas, como los habitantes de Nueva York rodeados de rascacielos.

Por otro lado, se pensaba que, dentro de la célula, la situación mejoraba, que las moléculas estaban libres como si te bañaras tú solo en una gran piscina. Nada más lejos de la realidad; nuestras moléculas se parecen más a una familia en la playa de Benidorm en agosto tratando de buscar sitio dentro del agua. 

               Solitaria casa en mitad del prado. FondosHd            Imagen de Times Square abarrotado 
                                                                                         durante la fiesta de Año Nuevo. Dialflight ®

Este cambio de concepción ha permitido explicar por qué experimentos que emplean disoluciones de pequeñas cantidades de moléculas no daban los mismos resultados que cuando se usaban células. Así se ha generado el campo del “crowding molecular”, que trata de explicar experimentalmente o con modelos matemáticos la realidad de nuestras células. 

Para mí, además, es la prueba de lo egoístas que somos: no empatizamos con nuestras moléculas, que hacen todo el trabajo únicamente por y para nosotros. Vivimos quejándonos del estrés, cuando en realidad cualquier molécula de nuestras células está mucho más estresada. Asimismo, nuestro día a día y nuestro estilo de vida también les afecta. Nuestra alimentación, así como la actividad física, entre otras circunstancias, tienen un gran impacto sobre la calidad y tiempo de vida de nuestras moléculas en este ambiente “crowding” o saturado. Por ello, es necesario preocuparse por la salud individual, para que, dentro de lo apretujadas que están nuestras moléculas, al menos estén sanas. 

               Envejecimiento del presidente de los EE.UU. Barak Obama2016 Cable News Network ®

Referencia especializada: Rivas G, Ferrone F, & Herzfeld J, (2004). Life in a crowded world. EMBO Reports, 5(1), 23–27. http://doi.org/10.1038/sj.embor.7400056