Por Irene Aranda Pardos
A muchos la idea de un
útero artificial puede parecernos de lo más innovadora. Sin embargo, su
existencia se remonta a principios del siglo XX, en lo que se denomina técnicamente
como ectogénesis. Con este término
nos referimos al desarrollo de un organismo en un ambiente artificial, fuera
del cuerpo donde normalmente se realiza este proceso. Puede ser, como el caso
que nos ocupa, el desarrollo de un feto en un útero artificial, cuya
utilización comenzó en torno a 1996. Pero también podría ser el crecimiento de
una bacteria intracelular fuera de la que se considera su célula hospedadora.
A los amantes del cine de
ciencia ficción nos viene a la cabeza esa famosa escena de Matrix, en la que puede verse cómo miles de seres humanos son
desarrollados en ambientes artificiales que simulan el útero humano. A pesar de
que, en el contexto de la película, la idea es totalmente fantasiosa, si
pensamos en el mundo real serían muchos los beneficios que esta técnica podría
tener en la gestación humana: no solo en los bebés que nacen muy prematuros y,
por tanto, con muchas dificultades para sobrevivir, sino también como una
posible herramienta futura en aquellos casos en los que la gestación ordinaria
no pueda llevarse a cabo.
Por ello, el éxito de la gestación
de corderos en un útero artificial, conseguido recientemente por los
investigadores del equipo de Alan Flake (Hospital pediátrico de Filadelfia), podría ser el punto clave para que se
continúe estudiando este proceso. En dicho estudio se ha batido el récord de tiempo
mínimo de gestación necesario para sobrevivir. Los fetos de cordero utilizados contaban
con 105-112 días de gestación, lo equivalente a 23-24 semanas en un feto
humano, y fueron mantenidos en el útero artificial por cuatro semanas, tras las
cuales los corderos mostraban un correcto desarrollo de órganos, incluido
corazón, cerebro y pulmones, desarrollo de lana y comportamiento normal,
mostrando incluso una mayor actividad.
¿Y
cómo es este sistema?”, es probablemente la pregunta que os estéis haciendo. El
dispositivo empleado consiste en un sistema cerrado, como una especie de bolsa
de plástico, con un fluido que imita el entorno intrauterino, estando el cordón
umbilical unido a través de tubos a una maquina externa que proporciona el
oxígeno necesario y elimina el CO2, cuyo funcionamiento está ligado al propio
latido del corazón del animal, sin necesitar para este proceso de ninguna bomba
adicional.
Hoy en día, los bebés humanos que nacen tras las 22-23 semanas de gestación, en comparación con aquellos que nacen a término, tienen una supervivencia de tan solo el 50%, con un 90% de probabilidad de tener problemas de salud graves y duraderos, fundamentalmente pulmonares y cardiacos, entre los que sobreviven. Por tanto, y a pesar de que estas investigaciones aún están muy lejos de poder ser usadas en humanos, este procedimiento podría ser muy esperanzador para afianzar y mejorar la supervivencia y la calidad de vida de aquellos bebés que, por las razones que sean, nacen de manera muy prematura.
Hoy en día, los bebés humanos que nacen tras las 22-23 semanas de gestación, en comparación con aquellos que nacen a término, tienen una supervivencia de tan solo el 50%, con un 90% de probabilidad de tener problemas de salud graves y duraderos, fundamentalmente pulmonares y cardiacos, entre los que sobreviven. Por tanto, y a pesar de que estas investigaciones aún están muy lejos de poder ser usadas en humanos, este procedimiento podría ser muy esperanzador para afianzar y mejorar la supervivencia y la calidad de vida de aquellos bebés que, por las razones que sean, nacen de manera muy prematura.
Se
trata, sin duda, de un interesante campo que, a pesar de que pueda parecer de
ciencia ficción, puede que no esté tan lejos como podríamos pensar. ¿Quién
sabe? Quizás en unos años podamos ver que las incubadoras que hoy conocemos han
sido reemplazadas por estos úteros artificiales, con la esperanza de mejorar el
desarrollo y la vida de todos estos bebés que los necesitan.
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