Por Irene Tomico
Los organismos vivos se clasifican en unicelulares, formados por una sola célula, y pluricelulares, si se componen de varias células que dependen unas de otras, ya que cada una se especializa en una función. En este último caso, es evidente que tienen que existir mecanismos de comunicación entre ellas para coordinar de forma eficiente sus tareas. Pero, ¿es necesaria la comunicación entre organismos unicelulares si cada uno funciona de forma independiente?
Imagen tomada de: https://es.123rf.com
Las bacterias son los
organismos unicelulares en los que más se ha estudiado la relación que mantiene
cada célula con sus vecinas. El llamado “quorum sensing” es el mecanismo por el
cual las bacterias se comunican con las células que viven a su alrededor con el
fin de obtener información de la densidad de población que hay en el ambiente.
Esto le permite a cada bacteria en concreto el generar una respuesta que
beneficie a toda la población o solo a ella, causando o no perjuicio al resto.
Este fenómeno es tremendamente importante en bacterias patógenas, ya que muchas
veces el que la infección del hospedador resulte exitosa o no depende de dicho
mecanismo. Otro proceso bacteriano relacionado con la patogenicidad para el
cual es indispensable el “quorum sensing” es la formación de “biofilms”. Los “biofilms”
son una asociación de bacterias que se coordinan para formar una estructura
relativamente compleja mediante la producción de sustancias que les hagan
mantenerse unidas unas a otras. Un ejemplo muy cotidiano es la formación de la
placa en los dientes, formada por un conjunto de bacterias de varias especies
unidas por lo que se llama matriz, que actúa de pegamento entre unas y otras.
¿Pero cómo se produce
exactamente esta comunicación? Simplificando, las bacterias producen y secretan
determinadas moléculas llamadas autoinductores. De esta forma, cuantas más
bacterias haya, más concentración de estas moléculas habrá en el medio. Todas
las bacterias de la población detectan estas moléculas presentes en el
ambiente. Cuando se llega a una determinada concentración umbral, alcanzándose el
quórum, se empiezan a expresar una serie de genes que desembocan en una
respuesta colectiva. Ejemplos de esta respuesta pueden ser la secreción de
factores de virulencia para comenzar la infección o la secreción de las
sustancias que forman la matriz en los ejemplos anteriores. Este mecanismo se
ha estudiado mayoritariamente en bacterias, pero también ha sido descrito en
hongos y plantas.
Así, la próxima vez que
nos preguntemos si el acto de comunicación es algo restringido a los humanos y
a algunas especies de animales (baile de las abejas, por ejemplo), ya sabremos
que la respuesta será que no. La comunicación entre otro tipo de organismos que
nos puedan parecer más sencillos existe y es imprescindible para su
supervivencia.
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