Por Irene Tomico
Existe un grave problema
mundial debido a la contaminación por los plásticos que inundan nuestros mares
y océanos. Y es muy real, debido a su lenta degradación, entre 100 y 400 años
por cada bolsa, y a nuestro gran consumo y alta necesidad de usarlos. El
polietileno, por ejemplo, es uno de los materiales más usados para la
fabricación de bolsas de plástico, y de él que se producen unos 80 millones de toneladas
al año.
En la búsqueda de una
posible solución a este problema, la serendipia ha vuelto a hacer de las suyas;
y es que, queramos o no, algunos de los descubrimientos más revolucionarios en
ciencia se han hecho gracias a ella. Igual que en 1928 Alexander Fleming
descubrió la penicilina por casualidad en su placa cultivada con Staphylococcus aureus, en 2017 Federica
Bertocchini ha descubierto la oruga “come-plástico”: por el mismo azar. Federica
es apicultora aficionada, además de científica en el Instituto de Biomedicina y
Biotecnología de Cantabria (CSIC). Estaba retirando los parásitos presentes en
sus panales cuando encontró larvas de Galleria
mellonella, vulgarmente conocido como gusano de cera, y las metió en una
bolsa de plástico. Cuando más tarde reparó en la bolsa, la encontró llena de agujeros.
En colaboración con otros científicos de la Universidad de Cambridge ha
demostrado que 100 gusanos degradan 92 miligramos de polietileno en tan solo 12
horas, una tasa de degradación muy por encima de los avances más recientes en
este campo.
Imagen de César Hernández – CSIC
Estos resultados son
prometedores sin duda, pues estaríamos ante un remedio natural para la
degradación del polietileno. El trabajo que queda por delante no es una
nimiedad. Conocer el mecanismo molecular, así como la enzima responsable de la
degradación son datos indispensables para poder escalar el proceso a nivel industrial.
De momento, se sabe que el polietileno se transforma por una modificación
química en etilenglicol. Se baraja la posibilidad de que la responsable sea una
enzima producida por la oruga en sus glándulas salivares, o por una bacteria
que viva en simbiosis en el intestino de la oruga.
Así que, cuando se
estudien en profundidad los aspectos mencionados, se podría poner en marcha una
solución biotecnológica para remediar la contaminación por plásticos en los
ríos y océanos, sin necesidad del uso de corrosivos químicos como se hace en la
actualidad.
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